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Carlos Soria: “La montaña más difícil que he hecho, posiblemente haya sido el K2, a los 65 años”

El ser humano siempre ha mirado hacia las montañas. En el pasado, con veneración por ser consideradas muchas de ellas morada de los dioses y ahora con pasión, como parte de un reto personal. Numerosas personas intentan hacer cima en una de las montañas más altas de La Tierra, pero muy pocos lo consiguen.

Pero qué mejor manera de saber más sobre el alpinismo y lo que supone subir a lo alto de una montaña, que hablar con Carlos Soria. Este español es un veterano alpinista y el único de más de 60 años, que ha llegado a la cima de 12 de las 14 montañas más altas del mundo.

Hablamos con él después de volver de una de ellas, el Dhaulagiri, en Nepal, donde el mal tiempo no le permitió llegar a cima. Con 83 años, sólo le falta esa cumbre y la del Shisha Pangma, en el Tíbet, para completar el sueño de los 14 ochomiles.

Carlos, todo el mundo habla del alpinismo, pero si tuvieras que explicar a un niño qué supone ser alpinista, ¿qué le dirías?

La montaña es un deporte en el que se pueden hacer actividades muy distintas. Se puede pasear por senderos tranquilamente. Subir pequeñas montañas, que en España tenemos muchísimas. Salir simplemente a dar un paseo, pero también se puede uno complicar la vida.

Para ser un alpinista, lo que se llama alpinista hoy en día, hay que dominar todas las técnicas de la montaña, la escalada libre, la escalada artificial, la escalada en roca, la escalada en hielo, incluso también el esquí y eso practicarlo en montañas difíciles y complicadas.

Carlos Soria, a sus 83 años sólo le faltan dos ochomiles.

Después de cumplir los 60 años te faltaban diez de las 14 montañas más altas del mundo y te marcaste el reto de subir los 14 ochomiles. Ahora sólo te quedan el Shisha Pangma y el Dhaulagiri. Pero, ¿por qué no antes?

Yo no empecé a subir montañas en el Himalaya a los 60 años. Empecé mucho antes. La primera vez en el año 1973 y en el año 1975, tenía 34 años en el año 1973, era la primera expedición española que iba a intentar subir a una montaña de 8.000 metros. Antes había participado a una expedición al Cáucaso y otra al McKinley, la primera expedición española al McKinley.

Y he hecho mucha escalada de dificultad cuando era más joven. El Himalaya me atraía, pero también me atraía hacer escalada difícil por los Alpes y en otros sitios. He recorrido buena parte del mundo escalando. Eso me hace muy feliz. Tengo familia numerosa, tengo cuatro hijas. Con 60 años me sentía ya un poco más libre y podía hacer estos viajes tan largos. Una expedición dura más de un mes y en esa época era más fácil para mí. Nada más.

¿Cómo es subir una montaña de más de 8.000 metros? ¿En qué se diferencia del resto?

Para subir una montaña de 8.000 metros lo primero y principal es haber subido muchas montañas. Haber escalado en roca, en hielo. Haber salido muchísimo a la montaña. Y tener ya experiencia. Eso es importante. Aunque ahora hay gente que lo hace muy rápidamente. Pero lo lógico es ir después de eso, de tener una buena experiencia.

Allí, una montaña de 8.000 metros lo normal es que te dure más de un mes, 40 o 45 días. La vida es fantástica en el campo base. Hay un cocinero fantástico hoy en día y se come muy bien. En los campos de altura es distinto. Lo más importante siempre es beber sopas y comprar y comer algunos alimentos energéticos porque es necesario.

Es complicado vivir en una tienda de campaña, sobre todo, en altura. En cuanto a las necesidades, yo para hacer pis con la próstata lo paso muy mal. Con la próstata y la prótesis de rodilla. Normalmente lo hacemos de rodillas, encima de la colchoneta, en un bote de plástico con tapa que se cierra y al día siguiente se tira. Pero no puedo ponerme de rodillas por la prótesis y entonces lo tengo que hacer tumbado y es muy complicado. Pero bueno, se hace. Se puede hacer todo si se quiere.

Después de tantas expediciones y de haber subido con 77 años el Annapurna, considerada la montaña más peligrosa del mundo, ¿cuál fue la montaña que te costó más subir?¿Has pasado miedo en algún momento? Y ¿cuál fue la que más disfrutaste?

Sí, a lo largo de mi vida he subido montañas peligrosas como el Annapurna, una montaña peligrosa, sobre todo, por sus avalanchas. Y sí, alguna vez, sobre todo, en el Annapurna, donde me pilló alguna avalancha, no muy importante, se pasa un poquito de miedo, pero normalmente no he pasado miedo. Siempre he pasado precaución.

Y la montaña más difícil que he hecho posiblemente haya sido el K2, a los 65 años. Y también de la que siento más orgullo como alpinista es el Makalu, una montaña que hice a los 69 años y la hice sin oxígeno y tiene 8.465 metros. La hice sólo con un sherpa y en muy buenas condiciones. Muy rápidamente. Esa me tiene muy muy contento.

¿Ha cambiado mucho el alpinismo desde que empezaste hasta ahora?

Sí, por supuesto, desde que yo empecé a hacer alpinismo, hasta ahora, han cambiado mucho las cosas. Muchísimo. Todo ha cambiado. Yo empecé a los 14 años, en plena posguerra. Nuestra mentalidad era distinta. Éramos un país con muy poco alpinismo. No era como los países alpinos como Francia, Alemania, Italia. No tenía nada que ver. Era el principio de nuestra actividad. Las botas que llevamos al Himalaya en el año 1973 y 1975, pesaban un kilo más que las que llevamos ahora cada uno. Ha cambiado mucho el material. Pero sobre todo nuestro conocimiento y nuestra mentalidad.

¿Cuál es la anécdota de tus expediciones que más le gusta oír a tus nietos?

La anécdota que les gusta más a mis nietos y a mí mismo, que me ha ocurrido en la montaña fue el año 2015, en el Annapurna. El año antes de subir a la cumbre. Allí nos pilló el terrible terremoto que asoló Nepal. A nosotros en el campo base en el que estábamos no nos ocurrió nada. Fue un momento tremendo.

Nos dedicamos con 8.000 euros, entre todos nosotros y algo con los que nos ayudó algún amigo, repartimos en Nepal 14.000 kilos de arroz. A partir de ese momento también creamos una pequeña asociación que se llama Ayuda directa al Himalaya, con la que nos hemos dedicado a reconstruir escuelas donde no pasa el turismo. Y eso a mí me hace muy feliz haberlo hecho y seguir haciéndolo, porque yo tuve que dejar el colegio con 11 años para ponerme a trabajar.

¿Qué le dirías a los niños que quieran hacer alpinismo, y quién sabe, seguir tus pasos en un futuro? ¿Y cómo motivarías a los jóvenes de hoy en día para que vayan a las montañas?

A los jóvenes y no tan jóvenes les digo que tienen una vida maravillosa por delante, que la aprovechen, que no hagan tonterías y que si las hacen, todos las hacemos, que se den cuenta de que la están haciendo y que no sigan por ese camino. La vida es fantástica. Es maravilloso dejar una buena huella en tu vida, porque eso te hace muy feliz.

Yo cuando llego a lugares donde he estado hace tiempo y me encuentro con gente que le alegra mucho verme, me hace muy feliz. La montaña dentro de la geografía es un lugar fantástico, para aventura, para pasarlo bien, para hacer montañas difíciles o fáciles, pero un lugar maravilloso. Y en España tenemos muchísimas montañas. No muy altas, pero muchísimas y muy bonitas. Aprovechadlas.



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